Muchas personas me han preguntado por qué decidí estudiar Derecho y si al día de hoy estoy contenta con la elección que hice y por qué.
La respuesta a la primera pregunta realmente no la tengo clara, pues la realidad es que toda mi vida soñé con ser Profesora, de esas de la corriente tradicional, que enseñan a leer, que ponen actividades de dictado, que hacen correcciones y dan muchos exámenes. Para colmo, en el test de aptitudes que tomé antes de entrar a la Universidad la carrera que me resultó recomendada fue Bioanálisis (un error de quien corrigió el test, sin duda alguna). El caso es que al final me decidí por Derecho y fue una mezcla entre que la carrera de Educación no estaba tan valorada en ese momento, que me gustaban las áreas sociales y que sobre todo me gustaba discutir (*).
En cuanto a si estoy contenta con la elección que hice no tengo dudas de que es así porque realmente disfruto lo que hago, y aunque aquellos que se dedican a ramas del Arte se imaginan que todos los abogados somos unos aburridos de saco y corbata, que pensamos de manera muy restringida y que solo estamos para molestar, la realidad es que nuestro trabajo es muy divertido porque es una mezcla entre ser actor, detective y escritor de novelas, además de que la gente te toma en serio (“mejor de ahí se daña”).
Pero la verdad es que la justificación para la primera pregunta es muy larga y poco clara, y de la segunda no todo el mundo puede entenderla si se lo explico de esa manera, así que el otro día venía pensando en una respuesta más adecuada para dar y que sea verdadera.
¿Por qué me siento contenta con haber elegido ser abogada? Pensé en muchas respuestas diferentes, unas más ciertas que otras, pero ninguna que me satisficiera completamente. Entonces el otro día venía manejando desde el Tribunal de Trabajo y mientras el semáforo estaba en verde para mí, a un señor le dio la gana de cruzar la calle, pero cuando amablemente le señalé el semáforo y le indiqué que no podía cruzar de esa manera, me respondió literalmente “Cállese @$#%^” y siguió.
Wow, ahí estaba mi respuesta… luego de haber transcurrido el minuto correspondiente para que se me pasara la molestia e impotencia, caí en cuenta en ese momento que hoy me siento contenta de haber elegido ser abogada porque gracias a ello tengo el conocimiento suficiente para saber que si atropellaba al peatón entonces podía ir a la cárcel, y peor, si lo perseguía para chocarlo por haber sido tan prepotente e irrespestuoso, entonces podía enfrentar hasta 30 años de prisión. ¡Uff, por suerte que conozco las leyes y ni se me ocurriría hacer algo así, pensé!
Muchos de ustedes pensarán que es extremista pasarse cuatro años estudiando, simplemente para evitar caer preso porque las malas conductas y el descaro del prójimo te molesten, pero cuando ando manejando por las calles de Santo Domingo, ese es un consuelo suficiente … pruébenlo y verán.
Nota (*): Les recomiendo seriamente, nunca piensen que serán buenos abogados porque les gusta discutir, así que jamás, ¡jamás!, caigan en la trampa de estudiar Derecho si ese es su único motivo.