Para los que no lo sabían, mi hermana mayor es cantante de ópera. Cuando se graduó de bachiller mi papá insistió en que estudiara Derecho y ella se inscribió en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, pensando que con eso tendría tiempo suficiente para seguir en la música sin que los estudios de licenciatura la molestaran, pero cuando fue a clases el primer día y le hablaron de la Constitución dominicana, no pudo aguantar y jamás volvió (!cuantas tonterías hablan los abogados!, siempre me dice).
Inmediatamente comenzó a estudiar medicina y de eso sí se graduó, se hizo médico, pasó todo el trabajo del internado, trabajó en el hospital, vio partos, cosió heridas y revisó historiales clínicos, hasta que un día decidió irse a Puerto Rico a hacer una licenciatura en Música, con especialidad en Canto Lírico. Al día de hoy ya consiguió su maestría y es una soprano muy apreciada en el extranjero.
Cuando éramos pequeñas realmente admiraba a mi hermana, me acuerdo como la veía bajar con su lonchera por las escaleras del Colegio (!sola!) y figurarla como alguien tan grande, alegre e independiente. Cuando jugábamos siempre tenía las mejores ideas, hacía los mejores dibujos, peinaba las muñecas de la manera más chula, bailaba tan bien, y yo la envidiaba tanto y tanto deseaba ser como ella (!cuanto la he molestado en esta vida y cuanto ella me ha añoñado!).
Sé que esta publicación decepcionará a muchos porque realmente no tiene nada que ver con la ley o la sociedad dominicana, pero por más que desencaje en este blog y por más que sé que Carmenchú se sentirá avergonzada, no me aguanté las ganas de escribir esto para desearle por aquí el mejor de los cumpleaños del mundo y de decirle a todos que tengo una hermana por la que vale la pena ser presumida.
En definitiva, seré muy breve, pues como decía Julio Cortázar, las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma, así que secamente te digo, !feliz 30 aniversario… y a cantar se ha dicho!