Hace días escuché la historia del hombre que está vendiendo la Luna… Sí, la Luna, el único satélite natural del planeta Tierra, causante de las olas del mar, y donde mi madre dice que vive la niña a la que mandaron a recoger leña por portarse mal.
Según reportan Business Insider y Rachel Hardwick de vice.com, el señor Dennis Hope ha hecho millones de dólares vendiendo acres de inmuebles en la Luna (cada acre es igual a 247 kilómetros). Al día de hoy ha vendido más de 611 millones de acres por alrededor de US$36.00 cada uno, a 3.7 millones de dueños, con aproximadamente 200 órdenes diarias.
Para justificar su “derecho de propiedad”, el señor Hope alega que el Tratado sobre los principios que deben regir las actividades de los Estados en la exploración y utilización del espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes” (en vigor desde el 10 de octubre de 1967) prohíbe a los países apropiarse de la Luna, pero que esto no incluye a los individuos, por lo que según él, hay un vacío legal que permite que una persona pueda adueñarse de la Luna y otros objetos espaciales, y “eso fue lo que hizo”.
Para esto, en el 1980 el señor Hope envió una carta al Presidente de los Estados Unidos y al Secretario General de las Naciones Unidas declarándose dueño de la Luna (que nunca fue respondida). ¿Qué fundamento tienen sus argumentos? Veamos:
Para el año en que Hope se declaró propietario de la Luna, ya existía el dichoso Tratado de 1967, en cuyo artículo II se establece que el espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes, no podrá ser objeto de apropiación de ninguna manera. El 11 de julio de 1984 entró en vigor el “Acuerdo que debe regir las actividades de los Estados en la Luna y otros cuerpos celestes” (aprobada el 5 de diciembre de 1979), en cuyo artículo 11 se dispone que la Luna y sus recursos naturales son patrimonio común de la humanidad y que ni su superficie ni sub-superficie, ni ninguna de sus partes o recursos naturales podrán ser apropiados, ni siquiera por una persona física.
Alegar que en su momento la prohibición de adueñarse de la Luna solo pesaba contra los Estados y no un individuo y hacer un negocio de eso me parece un hecho ilícito de una persona sin escrúpulos. “Dennis Hope, I don’t like you!”
No solo ya se lo prohíbe el Acuerdo de 1984, sino que antes de este no se necesitaba una declaración formal de que una persona no podía adueñarse de la Luna, porque esta es lo que en nuestro Derecho se conoce como una “cosa que no pertenece a nadie, y cuyo uso es común de todos” (artículo 714, Código Civil napoleónico, en lo adelante C.Civ.).
Además, es una falacia ampararse en la regla de que lo que no está prohibido está permitido, pues en este caso la discusión es sobre la adquisición de un derecho. Al menos bajo el sistema de Derecho romano –germánico (como el nuestro), la propiedad solo puede adquirirse cuando se han cumplido una serie de condiciones (artículo 712 C.Civ.), entre ellas que la persona esté en posesión del bien (artículo 2229 C.Civ.), lo que no ha ocurrido, pues el señor Hope nunca ha ido a la Luna. Igualmente habría podido adquirirlo si le es transferido por alguien que ya se considera propietario, sea por contrato a título oneroso (como una compraventa) o a título gratuito (como una donación), pero en este caso no existe nadie que pueda tener calidad para haberle transferido la Luna (artículo 711 CCiv.).
Finalmente, si habría sido posible adueñarse de la Luna, entonces su derecho le correspondería a todo aquel que mucho antes que Denis Hope declaró ser su propietario prometiéndola a sus diferentes parejas en los más diversos poemas de amor.
Muchas personas que han comprado terrenos alegan que lo hacen por diversión y “por si acaso” en el futuro le reconocen algún derecho a este señor. Siendo así, yo, “por si acaso” en lo adelante y teniéndolos como testigos a todos ustedes, me declaro PROPIETARIA UNIVERSAL de todas las NUBES DEL MUNDO Y EL MÁS ALLÁ. Ustedes pueden estar tranquilos, ya que por ahora he decidido no cobrarles por el uso que les dan para taparse del sol y almacenar el agua de lluvia… considérenlo como un regalo de mi parte. Pero en cuanto a las Aerolíneas, que no crean que saldrán invictas, a ellas sí que les estaré enviando una factura por cada vez que las atraviesan. Si a Denis Hope no lo persiguen por estafa, ¿por qué habrían de perseguirme a mí?
¿Alguien quiere comprarme un pedazo de nube?