El otro día, mientras me encontraba en el aeropuerto, conocí al señor más agradable y servicial que se puedan imaginar encontrar en un sitio como este, a pesar de que ya nos había tocado esperar más de seis horas en las cuales todos los demás habíamos llegado al peor punto de desesperación. El señor, un mexicano de unos 35 años que andaba con su hijo, tuvo tantas cortesías y amabilidades y era tan simpático que hacía que cualquiera se sintiera mal por todas las veces que se hubiera molestado en su vida.
Cuando finalmente arribamos al aeropuerto de destino, apareció un joven que trabajaba en el área VIP sujetando un letrero dirigido al señor y su hijo. Después de intercambiar palabras, estos dos entraron a un salón mientras el joven se quedó fuera, pero casi de inmediato el niño se devolvió, y de manera muy simpática e inocente (de seguro aprendida de su padre), con su peculiar acento mexicano, le señaló a la persona del letrero que había cometido una falta ortográfica porque «esa palabra no se escribía así». El joven del letrero lo miró, y luego de superar unos segundos de sorpresa y un tanto de vergüenza, le agradeció tranquilamente por la corrección, diciéndole que lo tomaría en cuenta.
!Que diferente sería el mundo si todos se detuvieran a corregir a aquellos que están mal con la misma inocencia y el deseo de que los demás puedan superarse y ser mejores! !Que diferente sería el mundo si aquellos a los que se les corrige recibieran los consejos con humildad y los aprovecharan para crecer!